Palabras Clave
COVID-19 - encuesta - ortopedia - traumatología
Introducción
Desde marzo de 2020, Chile se ha visto afectado por la pandemia de enfermedad por
coronavirus 2019 (coronavirus disease 2019, COVID-19, en inglés), que causó un gran impacto en los servicios de salud y en el
personal sanitario. Este brote comenzó en Wuhan, provincia de Hubei, en China, en
diciembre del 2019, donde fueron identificados los primeros casos de síndrome respiratorio
agudo severo (severe acute respiratory syndrome, SARS, en inglés) provocado por un nuevo coronavirus, SARS-CoV-2.
El COVID-19 se propagó rápidamente al resto del mundo gracias a su alta virulencia
y capacidad de transmisión, incluso en etapas asintomáticas o pre-sintomáticas.[1]
El 3 de marzo se confirmó el primer caso en Chile, de un paciente que provenía del
extranjero, iniciándose la primera y las subsecuentes olas de contagios. Esto llevó
a las autoridades a tomar una serie de medidas orientadas a disminuir el riesgo de
contagio de la población y a aumentar la capacidad de atención del sistema de salud.
El SARS-CoV-2 se ha expandido a todos los rincones del mundo, millones de personas
han sido diagnosticadas con la infección, y cientos de miles han fallecido producto
de esta. Hospitales y centros médicos han sido catalogados como lugares de alto riesgo
de contagio.[2]
La prevalencia de médicos contagiados por este virus no está determinada; sin embargo,
ya el 11 de febrero del 2021 la cifra de profesionales de la salud contagiados en
China ascendía a 1.716,[3] y los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) en Estados Unidos reportaba
el 14 de abril del mismo año 9.282 infecciones por COVID-19 en personal de la salud.[4]
Los factores de riesgo de contagio para el personal de la salud han sido estudiados.
La evidencia sugiere que el uso de elementos de protección personal (EPPs) adecuados
está asociado a la disminución del riesgo de infección; por el contrario, la exposición
específica en ciertos procedimientos, como la intubación, las largas jornadas de trabajo,
o el contacto directo con pacientes infectados aumenta el riesgo.[5]
Siguiendo guías internacionales, se tomaron medidas de resguardo en la práctica de
la traumatología y ortopedia, tales como la suspensión de cirugías electivas programadas
y la restricción de atenciones y el uso del quirófano a las urgencias o patologías
impostergables, disminuyendo así las hospitalizaciones, cirugías y atenciones ambulatorias
de la especialidad. Además, se entregaron recomendaciones respecto al uso de EPPs,
tales como mascarillas, protectores faciales, cubre calzado, guantes y otras medidas
específicas, en el caso de ser necesaria la realización de una cirugía.[6]
[7] A su vez, dependiendo de las demandas en cada servicio de salud, traumatólogos y
residentes de traumatología del país fueron reasignados a áreas destinadas a la atención
directa de pacientes sospechosos o confirmados de COVID, y otros fueron voluntarios
para asistir a los servicios con más necesidad de personal, incluyendo Unidades de
Cuidados Intensivos (UCIs) dedicadas completamente a la atención de pacientes graves
contagiados por coronavirus.
El objetivo principal de este estudio es describir características demográficas y
laborales relacionadas al contagio de COVID-19 en traumatólogos y residentes de traumatología
en Chile. Como objetivo secundario se busca describir el cuadro clínico en el subgrupo
contagiado de COVID-19, caracterizar el uso de EPP en la práctica diaria, y ver el
impacto económico para cada profesional.
Materiales y Métodos
Se realizó una encuesta, con la herramienta Formularios de Google, la que se difundió
a través de los canales formales de la Sociedad Chilena de Ortopedia y Traumatología
(SCHOT), comités de subespecialidades, e-mail y WhatsApp, a traumatólogos y residentes
de traumatología de Chile. Esta encuesta fue autocompletada y de carácter anónimo.
Se reunió información demográfica de los participantes, información respecto a lugares
y jornadas de trabajo, antecedentes de salud y descanso, exposición a pacientes con
COVID o sospecha de la enfermedad, uso de EPPs, contagio por coronavirus, y disminución
de ingresos económicos durante la pandemia. En el caso de haberse contagiado de COVID,
se obtuvo información respecto a síntomas, necesidad de hospitalización, duración
de la enfermedad, exámenes realizados, lugar de sospecha de contagio y transmisibilidad
a terceros.
El estudio contó con aprobación del Comité de Ética Científico institucional, y al
ingresar a la encuesta los participantes autorizaron la utilización de la información
para presentación de los resultados a través de publicaciones científicas.
Los datos fueron tabulados en planillas del programa Microsoft Excel (Microsoft Corp.,
Redmond, WA, Estados Unidos), y el análisis estadístico fue realizado con la herramienta
Real Statistics, con test de chi cuadrado, considerando como significativos valores
de p < 0,05.
Resultados
La encuesta fue contestada por 571 sujetos, sin embargo, fueron excluidas 4 sujetos
que no eran médicos en el ejercicio de la traumatología o residentes de la especialidad,
quedando 567 encuestas incluidas en el estudio.
Los participantes, distribuidos a lo largo de todo Chile, presentaron una mayor concentración
en la Región Metropolitana (RM), correspondiendo a 391 (68,9%) encuestados, seguida
de la región de Valparaíso, con 40 (7%), y la región del Biobío, con 32 (5,6%).
La división por género fue de 473 (83,4%) hombres y 94 (16,6%) mujeres, de los cuales
68 (11,9%) eran residentes de la especialidad, 5 (0,8%) se encontraban en estancias
de formación de subespecialidad, 114 (20,1%) eran traumatólogos generales, y 380 (67%),
subespecialistas. Se observó mayor contagio entre residentes de especialidad y subespecialidad
(personal en formación), con 9 (12,3%) casos contra 28 (5,7%) traumatólogos con o
sin subespecialidad (p = 0,03) ([Tabla 1])
Tabla 1
|
COVID-19 (+): N = 37; n (%)
|
COVID-19 (-): N = 530; n (%)
|
Valor de
p
|
Género
|
Masculimo
|
31 (83,8%)
|
442 (83,4%)
|
0,95
|
Femenino
|
6 (16,2%)
|
88 (16,6%)
|
Cargo
|
Residente de traumatología/ En formación en la subespecialidad
|
9 (24,3%)
|
64 (12,0%)
|
0,03
|
Traumatólogo subespecialista
|
28 (75,6%)
|
466 (87,9%)
|
Años de experiencia laboral
|
< 3
|
5 (13,5%)
|
51 (9,6%)
|
0,001
|
3–10
|
8 (21,7%)
|
209 (39,4%)
|
11–21
|
18 (48,6%)
|
118 (22,3%)
|
> 21
|
6 (16,2%)
|
152 (28,7%)
|
Lugar de trabajo
|
Hospital Público o de las Fuerzas Armadas
|
23 (62,2%)
|
339 (64%)
|
0,8
|
Mutualidad
|
10 (27%)
|
78 (14,7%)
|
Clínica
|
20 (54%)
|
315 (59,4%)
|
Consulta privada
|
7 (18,9%)
|
154 (29%)
|
Red de Atención Primaria en Salud
|
0
|
1 (0,2%)
|
Región de trabajo
|
Región Metropolitana
|
31 (83,8%)
|
360 (67,9%)
|
0,04
|
Otras regiones
|
6 (16,2%)
|
170 (32,1%)
|
Horas de trabajo semanales
|
< 40
|
26 (70,3%)
|
382 (72,1%)
|
0,01
|
40–60
|
6 (16,2%)
|
128 (24,1%)
|
> 60
|
5 (13,5%)
|
20 (3,8%)
|
Turnos de 24 horas
|
Sí
|
15 (40,5%)
|
216 (40,8%)
|
0,97
|
No
|
22 (59,5%)
|
314 (59,2%)
|
Horas de sueño
|
< 6
|
15 (40,5%)
|
149 (28,1%)
|
0,18
|
6–8
|
18 (48,7%)
|
337 (63,6%)
|
> 8
|
4 (10,8%)
|
44 (8,3%)
|
Calidad de sueño
|
Buena (sueño reparador)
|
11 (29,7%)
|
202 (38,1%)
|
0,58
|
Moderada
|
21 (56,8%)
|
260 (49,1%)
|
Mala
|
5 (13,5%)
|
68 (12,8%)
|
Antecedentes de salud
|
Sano
|
29 (78,4%)
|
402 (75,8%)
|
0,28
|
Comorbilidades
|
8 (21,6%)
|
165 (31,1%)
|
Enfermedad autoinmune
|
4 (10,8%)
|
15 (2,8%)
|
Uso de corticoides
|
0
|
0
|
Quimioterapia
|
0
|
4 (0,7%)
|
Cáncer
|
2 (5,4%)
|
10 (1,9%)
|
Obesidad
|
2 (5,4%)
|
42 (7,9%)
|
Patología pulmonar crónica
|
1 (2,7%)
|
23 (4,3%)
|
Enfermedad cardiovascular
|
0
|
47 (8,9%)
|
Diabetes
|
1 (2,7%)
|
21 (4%)
|
Asma
|
0
|
11 (2,1%)
|
Hipercolesterolemia
|
0
|
4 (0,7%)
|
Hipertensión arterial
|
0
|
13 (2,4%)
|
Resistencia a la insulina
|
0
|
4 (0,7%)
|
Hipotiroidismo
|
0
|
4 (0,7%)
|
Psoriasis
|
0
|
2 (0,4%)
|
Gota
|
0
|
1 (0,2%)
|
Parkinson
|
0
|
1 (0,2%)
|
Tromboflia
|
0
|
1 (0,2%)
|
Tipo de contacto con pacientes con COVID
|
Directo (hospitalización, ambulatorio o urgencia respiratoria)
|
11 (29,7%)
|
163 (30,7%)
|
0,79
|
Indirecto (pacientes con COVID en el lugar de trabajo)
|
25 (67,6%)
|
334 (63%)
|
Sin contacto
|
1 (2,7%)
|
34 (6,4%)
|
Exposición a COVID fuera del trabajo
|
Familiares contagiados
|
6 (16,2%)
|
35 (6,6%)
|
0,08
|
Otros contactos sociales
|
3 (8,1%)
|
38 (7,2%)
|
No tuve contacto
|
28 (75,7%)
|
456 (86%)
|
Trabajaban en un solo lugar 251 (44,2%) participantes (108 en hospitales públicos
o de las Fuerzas Armadas [FFAA], 105 en clínicas y 38 en otros lugares), mientras
la mayoría, 316 (55,7%) médicos, lo hace en 2, 3 o 4 lugares diferentes. No se observó
diferencia significativa (p = 0,8) en contagios entre aquellos profesionales que trabajaban exclusivamente en
el sistema público, exclusivamente en el sistema privado, o aquellos que trabajaban
en ambos sistemas de salud ([Tabla 1]).
De los contagiados, 31 (83.8%) eran de la RM, en donde el contagio es significativamente
mayor que en el resto de las regiones (p < 0,05), así como también hubo un mayor contagio entre quienes trabajaban más de
60 horas (p <0,05) a la semana en relación a aquellos que trabajaban menos horas durante la pandemia.
No hubo diferencias significativas en cuanto a contagio entre aquellos profesionales
que hacían turnos y aquellos que no los hacían, así como tampoco se observaron diferencias
significativas en calidad o horas de sueño ([Tabla 1]).
La mayoría de los médicos contagiados no presentaba comorbilidades, y solamente 8
(21,6%) de ellos refirieron presentar antecedentes médicos, destacando las enfermedades
autoinmunes, seguidas de cáncer, obesidad y diabetes.
De los encuestados, 37 (6,4%) tuvieron COVID-19 entre marzo y julio del 2020, 6 (16,2%)
mujeres y 31 (83,7%) hombres, sin encontrarse diferencia significativa respecto a
género.
El inicio de los síntomas ocurrió en la mayoría de los encuestados entre mayo y junio,
con 11 (29,7%) casos en la segunda quincena de mayo ([Tabla 2]).
Tabla 2
Variables
|
Casos: N= 37; n (%)
|
Inicio de enfermedad
|
1-15 de marzo
|
3 (8,1%)
|
16-31 de marzo
|
2 (5,4%)
|
1-15 de abril
|
0
|
16-30 de abril
|
1 (2,7%)
|
1-15 de mayo
|
5 (13,5%)
|
16-31 de mayo
|
11 (29,7%)
|
1-15 de junio
|
5 (13,5%)
|
16-30 de junio
|
8 (21,6%)
|
1-15 de julio
|
2 (5,4%)
|
16-31 de julio
|
0
|
Síntomas
|
Cefalea
|
21 (56,8%)
|
Mialgias
|
21 (56,8%)
|
Fatiga
|
19 (51,4%)
|
Anosmia
|
14 (37,8%)
|
Ageusia
|
14 (37,8%)
|
Tos
|
11 (29,7%)
|
Fiebre
|
9 (24,3%)
|
Odinofagia
|
7 (18,9%)
|
Disnea
|
7 (18,9%)
|
Diarrea
|
4 (10,8%)
|
Dolor abdominal
|
4 (10,8%)
|
Dolor torácico
|
3 (8,1%)
|
Asintomático
|
2 (5,4%)
|
Congestión nasal
|
1 (2,7%)
|
Tinnitus
|
1 (2,7%)
|
Exámenes de laboratorio
|
Leucopenia
|
0
|
Linfopenia
|
2 (5,4%)
|
Aumento de la proteína C reactiva
|
5 (13,5%)
|
Dímero D elevado
|
2 (5,4%)
|
Ferritina elevada
|
2 (5,4%)
|
Normal
|
9 (24,3%)
|
Sin exámenes
|
20 (54,1%)
|
Exámenes diagnósticos
|
Reacción en cadena de la polimerasa (+)
|
27 (73%)
|
Reacción en cadena de la polimerasa (-)
|
3 (8,1%)
|
Inmunoglobulinas M y G (+)
|
14 (37,8%)
|
Inmunoglobulinas M y G (-)
|
3 (8,1%)
|
Sin exámenes
|
3 (8,1%)
|
Tomografía computarizada del tórax
|
No
|
29 (78,4%)
|
Con imágenes típicas COVID
|
6 (16,2%)
|
Sin imágenes típicas COVID
|
2 (5,4%)
|
Tratamiento
|
Domicilio
|
34 (91,9%)
|
Hospitalización (no Unidad de Cuidados Intensivos)
|
2 (5,4%)
|
Unidad de Cuidados Intensivos
|
1 (2,7%)
|
Desenlace
|
Mejorado
|
35 (94,6%)
|
En evolución
|
2 (5,4%)
|
Posibles lugares de contagio
|
En el lugar de trabajo
|
21 (56,8%)
|
Sala hospitalización de traumatología
|
5 (13,5%)
|
Sala de hospitalización de COVID
|
4 (10,8%)
|
Unidad de Cuidados Intensivos
|
1 (2,7%)
|
Pabellón de cirugía
|
0
|
Ambulatorio (consulta/policlínico)
|
6 (16,2%)
|
Áreas comunes del lugar de trabajo
|
8 (21,6%)
|
Fuera del lugar de trabajo
|
15 (40,5%)
|
Contagios a otras personas
|
Colegas
|
1 (2,7%)
|
Familiares
|
12 (32,4%)
|
Pacientes
|
0
|
Otros
|
3 (8,1%)
|
Nadie
|
22 (59,5%)
|
Los síntomas más frecuentes presentados fueron cefalea y mialgias en 21 (56,8%) casos,
seguidas de 19 (51,4%) casos con fatiga, 14 (37,8%) con anosmia y ageusia, siendo
asintomáticos 2 (5,4%) de ellos. Los exámenes de laboratorio mostraron aumento de
los niveles de la proteína C reactiva (PCR) en 5 (13,5%) pacientes, y linfopenia,
dímero D elevado y ferritina aumentada en 2 (5,4%) pacientes respectivamente; 9 (24,3%)
pacientes tuvieron exámenes de laboratorio normales, y 20 (54,1%) de ellos no se tomaron
estos exámenes. Respecto a la prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR)
para COVID-19, 3 (8,1%) pacientes no se realizaron exámenes, 27 (73%) tuvieron resultado
positivo, y 3 (8,1%), negativo; sin embargo estos 3 casos tuvieron posteriormente
resultados positivos para las inmunoglobulinas M (IgM) y G (IgG). De los pacientes
que se realizaron estudio de IgM e IgG, 14 (37,8%) fueron positivos, y 3 (8,1%), negativos.
Se realizó tomografia computada de tórax en 8 (21,6%) pacientes, 6 (16,2%) de los
cuales presentaron imágenes sugerentes de neumonía por COVID ([Tabla 2]).
Requirieron hospitalización 3 (8,1%) contagiados, 1 de los cuales requirió UCI; los
34 (91,9%) restantes fueron manejados en forma domiciliaria, considerándose 35 (94,6%)
mejorados del COVID al momento de contestar la encuesta, con 2 (5,2%) pacientes aún
en evolución de sus síntomas ([Tabla 2]).
De acuerdo a las respuestas obtenidas, el lugar reportado como sitio posible de contagio
más frecuente fue el trabajo, con 21 casos (56,8%), siendo las áreas de uso común
(estar médico, casino, residencias etc) las más sospechadas, con 8 (21,6%) casos,
seguidos de 6 (16,2%) en atención ambulatoria y 5 (13,5%) en áreas de hospitalización
traumatológica ([Tabla 2]).
Respecto al uso de EPPs, 54,7% (306) de los médicos refirió que los EPPs entregados
en sus lugares de trabajo fueron suficientes; sin embargo, el 45,3% (253) restante
refirió escasez de algunos de ellos, siendo más relevantes la escasez de mascarillas
N95, reportada por 225 encuestados (40,3%), mascarillas quirúrgicas, por 74 (13,2%),
lentes de protección o protectores faciales, por 114 (20,4%), y alcohol gel, por 84
(15%) encuestados. Dada la escasez de EPPs, se consultó sobre la frecuencia de cambio
de mascarilla, y un 56,4% (316) la cambiaba de forma diaria, un 21,1% (118), cada
4 horas, 16,4% (92), cada 2 a 3 días, y 6,1% (34) la utilizaba de forma permanente.
Con respecto al entrenamiento en uso de EPPs y manejo de paciente COVID, un 36,8%
(204) refirió haber participado en cursos realizados por su campo clínico, un 23,1%
(128) refirió no haber participado en los cursos organizados, un 27,6% (153), que
su campo clínico no realizó cursos, y un 19,1% (106) participó en cursos impartidos
por otras instituciones.
El uso de estos EPPs por parte de los profesionales en ámbito hospitalario fue permanente
en un 68,3% (378), mientras que en el ámbito ambulatorio llegó a un 78,2% (424). En
ámbito intrahospitalario y en contacto directo con pacientes positivos o con síntomas
respiratorios, un 58,2% (114) refirió uso de mascarilla quirúrgica y un 81,6% (160),
mascarilla N95; en contacto indirecto, un 64,5% (231) y un 65,4% (234), respectivamente;
en ámbito ambulatorio, un 63,6% (342) reporta uso de mascarilla quirúrgica, y 58,8%
(317), N95.
Los escudos faciales también fueron utilizados por un 73,6% (196) de los médicos promedio
entre ámbitos hospitalario y ambulatorio, destacando un 86,2% (169) que los utilizaban
cuando se encontraban en contacto directo con pacientes con COVID. En menor proporción,
fueron usados los cubre delantales de plástico y los cubre calzados.
Un 93,7% (257) de los encuestados respondieron que los pacientes con COVID usaban
mascarillas durante la hospitalización o la atención ambulatoria.
La pandemia generó además un impacto en los ingresos de los médicos del área: solamente
un 11,4% (65) no sufrió cambios en sus ingresos, un 14,8% (84) refirió una disminución
menor al 20%, el 28,7% (163), una disminución entre el 20% y el 50%, el 29,6% (168),
una caída entre el 50% y el 80%, y un 15,5% (88) reportó pérdidas por sobre el 80%
de sus ingresos iniciales. No se observó diferencia en la disminución de ingresos
en aquellos médicos ortopedistas y traumatólogos que tuvieron COVID durante este período
contra aquellos que no presentaron la enfermedad (p = 0,56).
Discusión
Los contagios por SARS- CoV2 se han expandido por el mundo rápidamente desde su origen
en Wuhan a fines del 2019, lo que ha significado un impacto en los sistemas de salud
debido a su alta transmisibilidad y su capacidad de generar cuadros severos e incluso
la muerte.[8] El riesgo de contagio hacia el personal de salud ha sido una preocupación desde
el inicio de la pandemia, con estudios iniciales sugiriendo que los trabajadores de
la salud estaban expuestos a un riesgo más elevado de contagio y que, de ocurrir esto,
el cuadro clínico podría incluso ser más severo.[1]
[2]
[8] Por esto, además de las medidas orientadas a disminuir los riesgos de contagio en
la población, han aparecido recomendaciones específicas de cuidados para el personal
de salud, tanto aquellos expuestos directamente a pacientes COVID (+) como aquellos
trabajando en áreas más alejadas.[5]
[6]
[7]
Si bien la actividad de ortopedia y traumatología se ha visto disminuida por la pandemia,
los médicos de este área se han visto expuestos al riesgo de contagio por COVID como
personal de la salud; en nuestro estudio, de los 567 médicos que contestaron la encuesta,
37 (6,4%) tuvieron COVID durante el período analizado. Por lo que sabemos, no existen
datos reportados de la proporción de médicos o de personal de la salud contagiados
en Chile, lo que no nos permite conocer si el contagio entre los traumatólogos es
mayor o menor respecto a otras especialidades.
En Europa, los trabajadores de la salud correspondieron a una proporción significativa
de los contagios: en Italia llegaron a corresponder a un 12,2% a fines de junio de
2020,[9] principalmente en Lombardía, y en España, aproximadamente un 24,1% de los casos
confirmados de COVID-19 correspondían a personal de la salud en mayo de 2020.[10] En una publicación que evaluó los casos de médicos fallecidos a causa del COVID
en el Reino Unido,[11] de 106 muertes, ninguna correspondió a médicos de especialidades consideradas de
riesgo, o sea, aquellas que involucran el manejo de la vía aérea, como anestesistas
y médicos intensivistas. Esto podría apoyar la idea de que aquellos médicos expuestos
a mayor riesgo habrían recibido preparación respecto a las precauciones a tomar para
disminuir el riesgo de contagio desde el inicio de los contagios en su país.
Observamos también un mayor contagio en aquellos médicos aún en etapa de formación,
residentes de especialidad y subespecialidad, así como mayor riesgo en aquellos profesionales
que trabajan más de 60 horas a la semana, lo que podría estar dado por una menor experiencia
en el uso de EPPs, en el caso de personal con menos años de exposición laboral, y
una mayor exposición a pacientes, respectivamente.
En la población encuestada, el sitio más reportado como lugar de contagio fue el trabajo,
lo que es concordante con el lugar de mayor riesgo del personal de salud, y dentro
del lugar de trabajo fueron las áreas comunes (salas de estar, casino, residencias,
entre otros) las más mencionadas, solamente un 13,5% (5) reporta como sitio posible
de contagio las salas de hospitalización de pacientes con COVID, incluyendo las UCIs.
Esto podría deberse a una mayor preocupación respecto al cuidado personal, el uso
adecuado de EPPs y medidas de precaución frente a la exposición a pacientes de mayor
riesgo; por el contrario, en las áreas comunes, donde alimentan y descansan los profesionales,
es más frecuente encontrarse en una situación sin EPPs.
El inicio de síntomas en el subgrupo positivo se concentró entre los meses de mayo
y junio del 2020, lo que coincide con el punto máximo de inicio de síntomas en los
casos de la RM para el mismo periodo.[12] Destaca que 5 (13,5%) médicos refirieron el inicio de síntomas durante el mes de
marzo, cuando recién empezaron los casos en Chile.
De los encuestados que estuvieron contagiados, un 21.6% (8) presentaba antecedentes
médicos relevantes para la patología; sin embargo, sólo un 8,1% (3) requirió hospitalización
o UCI.
Los síntomas más frecuentes fueron cefalea y mialgias, lo que también coincide con
los principales síntomas en la población contagiada que no requirió hospitalización
en el mismo periodo.[12]
El uso de EPPs adecuados está asociado a disminución del riesgo de infección, sobre
todo el uso de mascarillas,[5]
[13] además de otras medidas específicas según los procedimientos a realizar. En la mayoría
de los servicios de traumatología fueron suspendidas las cirugías electivas, y se
mantuvo el uso de pabellones quirúrgicos para cirugías de urgencia, al igual que en
la práctica ambulatoria, en la que solamente se atendió a pacientes de urgencia o
con patologías impostergables, tal como se recomendó a nivel internacional.[6]
[7]
Sin embargo, desde el inicio de la pandemia, la falta de acceso a los EPPs ha sido
un problema en todo el mundo, del cual América Latina no ha estado exento.[14] A pesar de esto, y de que hasta un 45% de nuestros encuestados manifestaron escasez
de algunos EPPs en sus lugares de trabajo, cabe destacar que el uso permanente de
EPPs por parte de estos médicos llegó hasta un 78% (424), y la mayor parte del tiempo,
a un 23% (130). Esto puede estar dado por la adquisición de EPPs a modo personal y
a la reutilización de mascarillas, en las que un 16,4% (92) las cambiaba cada 2 a
3 días, y un 6,1% (34) las utilizaba de forma permanente sin cambios.
De los profesonales con Covid-19 incluidos en el estudio, un 43,2% (16) reportó haber
contagiado a alguien más, siendo lo más frecuente el contagio hacia algún familiar.
Esto es una causa de gran preocupación para el personal de la salud a nivel mundial,
y debe reforzar aún más las medidas de precaución conocidas, tanto en el ámbito laboral
como familiar.
Con respecto a los ingresos monetarios dentro del área, es lógico suponer que, dada
la suspensión de cirugías electivas y policlínicos, se generó un impacto en el ingreso
mensual de cada profesional, y hasta un 45% (256) de los encuestados reportó una disminución
mayor al 50% de sus ingresos.
Conclusión
Nuestro estudio tiene algunas limitantes. La participación de los médicos dependía
de su acceso a la encuesta, la que fue enviada a través de e-mail y grupos de WhatsApp
de diferentes grupos de traumatología y ortopedia de Chile; sin embargo, puede excluir
a aquellos profesionales que no tuvieran acceso a alguno de estas redes sociales,
o que estuvieran imposibilitados en ese período de tiempo de responder, por razones
de salud u otras.
A pesar de lo expuesto, es la única encuesta global en el área de traumatología y
ortopedia, a nivel nacional, realizada el año de inicio de la pandemia y que reúne
características descriptivas demográficas, clínicas y de impacto en la calidad de
vida de nuestra especialidad, y que incluye por lo demás tanto profesionales formados
como en formación.
En resumen, el personal de la salud está en riesgo de contagio de COVID-19 debido
a su exposición laboral, incluyendo especialidades bastante alejadas del manejo de
pacientes con COVID en forma directa, por lo que los EPPs deben ser usados y las medidas
de precaución conocidas deben ser tomadas frente a todo paciente independientemente
del motivo de consulta y del riesgo de presentar COVID.
El número de trabajadores de la salud, y específicamente los médicos, que han sido
contagiados en Chile no es conocido, y consideramos relevante esta información, pues
podría permitir mejorar las medidas de cuidado y dar como resultado una mayor sensación
de seguridad en el trabajo.